La genética condiciona el estado de tu piel, pero los buenos hábitos de vida son la clave para ralentizar el envejecimiento.

A la genética le pasa como a la herencia; si recibes una gran cantidad y no inviertes bien, puedes perderlo todo, pero si has hecho un buen uso de tus recursos, por poco que sea, es probable que el rendimiento que obtengas sea óptimo.

Aunque la genética de cada cuerpo es muy poderosa –y ciertamente es determinante en el envejecimiento de nuestra piel- el buen cuidado de nuestro cuerpo puede potenciar lo que la naturaleza nos ha obsequiado.

Tal y como ya os conté sobre el rejuvenecimiento facial natural y sin cirugía, la forma de la cara o la del cráneo son indicadores de la genética; entregan información de cómo será nuestra madurez y posterior vejez. Sin embargo, el estilo de vida, la alimentación, la ingesta de agua, la exposición al sol, y otras variables se han de tener en cuenta porque influyen en el proceso de madurez y salud de la piel.


La tan nombrada exposición al sol, por ejemplo, es uno de los factores de obligada atención, tanto así que el envejecimiento de la piel se llama “foto envejecimiento”. El sol “es como el vino”, una sola copa es hasta beneficiosa, pero si te bebes toda la botella notarás en seguida las consecuencias negativas, -nota al margen por si eres de las que toma sol asiduamente y en los horarios prohibitivos de máximo calor-.

No existe una terapia puntual o una única técnica que reduzca los efectos del envejecimiento, la solución pasa por escoger alternativas estéticas y saludables adaptadas a cada tipo de piel –a cada genética- e invertir en nuestra salud como un estilo de vida.
 
Los signos del envejecimiento no son iguales para todas las pieles. No todos los cuerpos reaccionan con la misma malignidad a la exposición solar o a la contaminación; no a todas las personas se le generan manchas o arrugas. Por otra parte los factores ambientales o geográficos también inciden; en zonas marítimas o de montaña hay mayor tendencia al cáncer por sobreexposición de la piel al sol, debido a que la cara es una de las localizaciones de exposición involuntaria.

Pero no sólo manchas o arrugas muestran los signos del paso del tiempo: la mirada es el espejo que genera gran información respecto a cómo hemos vivido y cómo nos hemos cuidado. Un día te levantas y piensas que has envejecido “de la noche a la mañana”; la realidad es que no has notado los signos del paso del tiempo –los gestos-, como la falta de luminosidad en la piel o el rictus de la cara, señales que de pronto salen a relucir y vienen para quedarse.

¿Cómo se pueden palear los factores genéticos del envejecimiento?  

Sí, puedes reducir los factores que has recibido genéticamente “actuando en los añadidos”; controlando los factores como la calidad del agua que bebemos, la cantidad de sol a la que nos exponemos, la alimentación y el estilo de vida; podemos luchar para que estos signos no se vean o tarden en aparecer.


A la genética le pasa como a la herencia; si recibes una gran cantidad y no inviertes bien, puedes perderlo todo, pero si has hecho un buen uso de tus recursos, por poco que sea, es probable que el rendimiento que obtengas sea óptimo.

Por otra parte, cada persona “merece rejuvenecer sin renunciar a su personalidad”. Cómo bien sabéis, soy firme defensora ante todo de la expresión facial y la naturalidad del rostro. Y se debe tener en cuenta que es un trabajo “en el tiempo”. Por otra parte una sesión puntual o una única técnica reducen los efectos del envejecimiento, pero no es la solución definitiva. Hay alternativas estéticas y saludables adaptadas a cada tipo de piel –a cada genética-, como las técnicas que utilizamos en Starbene.

Invertir en nuestra salud tanto externa como internamente es un beneficio que a la larga, nuestra piel y estado del cuerpo agradecerán.

Y tú, ¿te has hecho algún tratamiento de rejuvenecimiento facial recientemente? ¿Cuál fue el resultado?

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